Un año más volvemos a estar en la línea de salida de uno de los triatlones más emblemáticos de
España no solo por su recorrido sino por la calidad de la organización y el
cariño que este pueblo transmite por dicho triatlón.
Llegábamos bien entrenados y con ganas de mejorar en cada
uno de los 3 segmentos: natación, ciclismo y carrera a pie. Poco a poco este
año vamos mejorando los tiempos y tras el esfuerzo de las últimas semanas
tocaba ver lo que el cuerpo había asimilado.
Lo que uno a veces no
tiene en cuenta en la ecuación son las variables externas que hacen que
todo lo planificado cambie en cuestión de segundos.
Hacia 15 días me veía en un quirófano con anestesia general.
La intervención me dejo más fuera de juego de lo que yo pensaba y me costó
recuperarme. La verdad es que viendo la calidad de los entrenamientos, estaba optimista
de poderme poner en modo competición. Pero no, una cosa es que el cuerpo esté
para entrenar y otra para el estrés de competir.
La natación
fue con neopreno, cosa que se agradece y que siempre da un puntito de
confianza. Quería mejorar tiempo y salí con ganas pero a los pocos metros vi
que el cuerpo no iba. Deje de pensar en eso y solo me centré en seguir con buen
ritmo y no perderme mucho. Siguiendo pies llegué a la primera boya de giro pero
veía que las fuerzas se me escapaban. Salí
como con una losa a por la bici.
Me tome la T1 con tranquilidad, intentado bajar pulsaciones
que iban como caballos de vapor y pensé que en el segmento ciclista me repondría. Me repetía una y otra vez,
recuerda vamos a hacer un buen segmento de bici!!! IMPOSIBLE. No podía por más
que lo intentaba. No conseguía coger ritmo de competición. Intentaba hidratarme,
tírarme agua por la cabeza y hasta comerme una barrita que deseché porque me
venían arcadas.
Una ya se ha visto en estas cosas y la tarde pintaba que muy
muy mal. Pensé en abandonar, me dolía la cabeza y mi pulso iba fatal pero a la vez
pensaba:” Bueno esta semana la hemos planificado para competir así que por lo
menos tomatelo como un entrenamiento de calidad”. Además sino me iba a tocar
esperar a David un buen rato.
Así con esa “calidad” hice la bici, adiós a mi planificación
inicial. Ahora el objetivo era sobrevivir.
Llegué a la T2 muerta, exhausta y con ganas de meterme en un
agujero. Pero me puse las zapatillas y me dije”venga que a lo mejor esto
cambia”. Ahora en la distancia pienso, estamos “grillados” de verdad que a
veces perdemos la percepción de la realidad, ¿cómo iba esa situación a mejorar?
Empieza la carrera a
pie. La cosa no fue a mejor sino a mucho peor. No tarde ni un minuto en
darme cuenta que me iba a arrastrar. No conseguía coger ritmo, el pulso altísimo
y cada vez más off. Aguante una vuelta y vi a David. Me animó y me dijo que la
cosa cambiaría. Al final aguanté. Aguanté por la gente de mi ex club que me animaba
(mil gracias), por los amigos, por no tirar la toalla y porque al menos eso que
entrenaba, aunque creo que a veces es mejor parar y no someter al cuerpo a esa
paliza.
Me quedo con la experiencia, no vuelvo a competir tan cerca
de una intervención y con la espinita de no poder haber disfrutado de unos de
los triatlón que más me motiva cada temporada.
Ahora a seguir entrenando y pensando en que a veces las
variables que no contemplamos aparecen en la ecuación y te rompen la misma,
pero esto es así: como la vida misma. Si fuera fácil seguro que no nos gustaría
tanto.